«Cuando empecé a ir a clase de espalda sana, a veces, me costaba hacer los ejercicios, por falta de actividad en mi vida. Demasiado sofá. Con el paso del tiempo, voy viendo cómo mi cuerpo va evolucionando, cada vez me noto más fuerte, y me siento muy bien. Antes de ir a clases de espalda sana tenía que ir a sesiones de fisio por contracturas varias en espalda, cervicales, unas dos veces al mes. Desde que voy a clase, no he vuelto a un fisio, no me contracturo, es increíble. Y cuando termina la clase me siento una persona nueva, estoy como más suelta, no me siento comprimida, es como si me hubiera expandido, no sé cómo explicarlo, es una sensación extraordinaria. Confío mucho en la profesora, es fisioterapeuta, y eso me da mucha tranquilidad. También me gusta que cuando haces algún ejercicio, si ve que no lo estás haciendo bien, te corrige la postura, y la clase me pasa volando, es muy amena y entretenida. Siento que me estoy cuidando, es tiempo que me dedico a mí, no pienso en otra cosa cuando estoy ahí, no sólo lo agradece mi espalda, mi salud mental también. Yo se lo recomiendo a mis compañeros y amigos, sólo cuesta empezar, luego te enganchas, y lo digo yo, que me considero bastante perezosa.»